Inquietantes datos del Ministerio de Educación.
Alumnos de distintos niveles descubren que no es su vocación o fracasan en los exámenes
Gisela Higa está a punto de terminar la carrera de Medicina en la UBA. A los 27 años, imagina un futuro en la medicina legal y forense. Y aunque está bien segura cuando lo dice, no siempre lo estuvo: empezó el CBC para Bioquímica y lo abandonó a mitad de año, sin rendir ninguna materia. Siguió con el de Ingeniería, con el mismo resultado. Al año siguiente se anotó en el de Medicina, y sólo entonces confirmó su vocación.
“Esos cambios me sirvieron como experiencia. Estaba indecisa; me gustaban las materias de Bioquímica, pero no me veía trabajando en eso. Cursar algunas materias me ayudó a decidirme por ser médica”, contó a LA NACION.
Su caso es más frecuente de lo que se cree. Según cifras oficiales que sorprenden, casi el 25 por ciento de los estudiantes que se anotan cada año en las universidades estatales del país no aprobó ninguna materia el año anterior. La cifra llega casi al 20% en las universidades privadas.
En términos concretos, son en total casi 291.000 estudiantes que se inscriben en una carrera, pero fracasan en los primeros parciales, descubren a poco de andar que no es su vocación, deben abandonar a los pocos meses por la necesidad de trabajar o, directamente, nunca la cursan.
En cualquier caso, las cifras revelan la preocupante incapacidad de la universidad argentina para retener y acompañar a sus estudiantes - muchos con graves deficiencias del secundario-, apoyarlos para que sigan sus estudios aún en condiciones sociales desfavorables, u orientarlos para que no tomen decisiones de carrera que se frustran a los pocos meses.
El fenómeno señala, además, la distancia entre la realidad de las aulas y la normativa que las rige: según la ley de educación superior vigente, para conservar la condición de alumno regular hay que aprobar al menos dos materias por año.
"Los datos dejan ver un sistema universitario, para decirlo en crudos términos económicos, altamente ineficiente. Lo que muestran es bastante incapacidad para retener a los alumnos estudiando y avanzando en sus estudios", dijo a LA NACION Eduardo Sánchez Martínez, ex secretario de políticas universitarias y rector de la Universidad Blas Pascal, en Córdoba.
"Las universidades toman en cuenta alumnos que se vuelven a inscribir aunque no hayan aprobado nada el año anterior y que son potenciales desertores nuevamente", opinó Ana Fanelli, investigadora en educación superior del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes).
"Las universidades son flexibles frente a estos alumnos: no todas aplican lo que dice la ley, y muchas sólo toman una materia como condición de regularidad", afirmó. En ese estado -con sólo una materia aprobada el año anterior- está el 15,7 por ciento de los reinscriptos en universidades estatales y el 9,2 por ciento en las privadas.
"Ni aparecen"
Los expertos afirman que una buena proporción de quienes no aprobaron ninguna materia el año anterior son alumnos de primer año, cuando ocurre una deserción que se calcula en el 50 por ciento.
"Un factor explicativo es la desorientación con que muchos alumnos llegan a la universidad, sin saber bien qué quieren estudiar. Se inscriben, vienen a clase algunas semanas y se dan cuenta de que no es para ellos. O se anotan y ni aparecen", dijo Sánchez Martínez.
En ese caso, cabría pensar que los sistemas de admisión -variadísimos en el país, desde el examen eliminatorio a los requisitos mínimos- no están resultando eficaces ni para seleccionar ni para nivelar. Aunque, como aclaró Sanchez Martínez, "tampoco puede pretenderse que cursos de un mes o poco más remedien los graves problemas del secundario".
Otra característica de nuestros estudiantes universitarios se revela en estos números: su condición part time. "Hay situaciones de «parar y seguir» en la carrera por condiciones familiares, profesionales y laborales", describió Fanelli.
Además, las universidades en las que el porcentaje de alumnos que no aprobaron ninguna materia es mayor, pertenecen a zonas de menor desarrollo socioeconómico: Jujuy (63), Santiago del Estero (53%), Salta (40,7%), Catamarca (39,7%) y Misiones (38,7%).
"Allí se agrega la necesidad de trabajar de muchos estudiantes, factor sobre el cual las universidades tienen muy escasa capacidad de control, por la debilidad de los programas de becas y otras ayudas a los alumnos de menores recursos", apuntó Sánchez Martínez.
¿Por qué en las universidades privadas, donde se paga una cuota mensual, el fenómeno es casi equivalente? "Las razones son las mismas. Quizá no pueden pagar un año y vuelven al siguiente, o consiguen trabajo y deben abandonar", dijo Fanelli. Sin embargo, el rendimiento general es luego más parejo en las universidades privadas: quienes aprueban 2, 3, 4 y 5 materias oscilan entre el 8 y 9 por ciento, respectivamente.
"Algunas privadas tienen un sistema de tutores que no siempre es eficiente. El fenómeno es el mismo que en las públicas. Se habla mucho de estrategias de retención, pero se hace poco en la práctica y lo que se hace no es sistemático", dijo Víctor Sigal, investigador en educación superior de la Universidad de Belgrano (UB).
La situación pone a las universidades estatales masivas en una encrucijada: mantenerse abiertas pero, a la vez, retener y graduar a sus estudiantes. "Accede a la universidad gente de bajos recursos, que trabaja. Tenemos la obligación de estar pensando cómo sostener a los alumnos en el sistema", dijo Edith Litwin, flamante secretaria académica de la UBA, donde el 20,2 por ciento de los reinscriptos no aprobó ninguna materia el año anterior. "La universidad no puede ser selectiva. El desafío es dar calidad y hay que ver cómo la universidad se está haciendo cargo de la gestión pedagógica."
A veces, la voluntad de estudiar es insuficiente. Como contó Gisela Higa, "la universidad no está preparada para gente que trabaja, y en muchos trabajos no te quieren tomar cuando saben que estudiás carreras como Medicina, tan demandantes, porque piensan que vas a pedir muchos días por examen".
Por Raquel San Martín
De la Redacción de LA NACION
Deficiencias administrativas
Más allá de cuestiones pedagógicas, la propia administración de las universidades muestra deficiencias. "En muchas instituciones, no hay mecanismos aceitados para hacer un real control de cómo van los alumnos en sus materias", dijo Fanelli.
Concretamente, además, si un tercio de los que se declaran alumnos no lo son realmente, la cantidad de jóvenes que efectivamente llegan a la universidad en la Argentina -calculada en el 47 por ciento de quienes tienen entre 18 y 24 años- podría ser menor.
"El presupuesto por alumno activo también sería más alto de lo que se dice", calculó Sánchez Martínez.
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=996055
LA NACION 16.03.2008 Página 1 Cultura
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