El ilustre pensador francés, Edgar Morin, se encuentra en nuestro país cumpliendo una serie de actividades académicas. El día de ayer recibió por parte de la Universidad Ricardo Palma, el grado de Doctor Honoris Causa y brindó a los asistentes una conferencia magistral acerca de los “Siete saberes para la educación del futuro”, aquí un resumen de este interesante planteamiento.
1. Una educación que cure la ceguera del conocimiento. Morin afirma que todo conocimiento conlleva al riesgo del error y la ilusión y que la educación del futuro debe contar siempre con esa posibilidad. El conocimiento humano es frágil y está expuesto a alucinaciones, a errores de percepción, a perturbaciones, a la influencia de la propia cultura, a la selección meramente sociológica de nuestras ideas, etc.
Se podría pensar por ejemplo, que despojando de afecto todo conocimiento eliminamos el riesgo de error. Es cierto que el odio, la amistad o el amor pueden enceguecernos, pero también es cierto que el desarrollo de la inteligencia es inseparable de la afectividad y ésta puede oscurecer el conocimiento pero a la vez, fortalecerlo.
Se podría también creer que el conocimiento científico garantiza la detección de errores y milita contra la ilusión perceptiva. Pero ninguna teoría científica está inmunizada para siempre contra el error. La primera tarea de la educación según Morin, es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. La búsqueda de la verdad exige reflexibilidad, crítica y corrección de errores. Pero, además, necesitamos una cierta convivencialidad con nuestras ideas y con nuestros mitos. El primero objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas, sin ser destruidos por ellas.
2. Una educación que garantice el conocimiento pertinente. Ante el aluvión de informaciones es necesario discernir cuáles son las informaciones clave. Ante el número ingente de problemas es necesario diferenciar los que son problemas clave. Pero, ¿cómo seleccionar la información, los problemas y los significados pertinentes? Sin duda, desvelando el contexto, lo global, lo multidimencional y la interacción compleja.
Como consecuencia, la educación debe promover una “inteligencia general” apta para referirse al contexto, a lo global, a lo multidimensional y a la interacción compleja de los elementos. Esta inteligencia general se construye a partir de los conocimientos existentes y de la crítica de los mismos.
3. Enseñar la condición humana. Una aventura común ha embarcado a todos los humanos de nuestra era. Todos ellos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo lo humano. Conocer el ser humano es situarlo en el universo y, simultáneamente, separarlo de él. Al igual que cualquier otro conocimiento, el del ser humano también debe ser contextualizado: “quienes somos” es una cuestión inseparable de “donde estamos”, “de donde venimos” y “a donde vamos”.
Lo humano es y se desarrolla en bucles: a) cerebro – mente- cultura; b) razón- afecto – impulso; c) individuo-sociedad-especie. Todo desarrollo verdaderamente humano significa comprender al hombre como conjunto de todos estos bucles y a la humanidad como una y diversa. En este sentido, la unidad y la diversidad son dos perspectivas inseparables fundantes de la educación. La cultura en general no existe sino a través de las culturas. La educación deberá mostrar el destino individual, social, global de todos los humanos y nuestro arraigamiento como ciudadanos de la tierra.
4. Enseñar la identidad terrenal. La historia humana comenzó con una dispersión de todos los humanos hacia regiones que permanecieron durante milenios aisladas, produciendo una enorme diversidad de lenguas, religiones y culturas. En los tiempos modernos se ha producido la revolución tecnológica que permite volver a relacionar estas culturas, volver a unir lo disperso. Es necesario introducir en la educación una noción mundial más poderosa que el desarrollo económico: el desarrollo intelectual, afectivo y moral a escala terrestre.
5. Enfrentar las incertidumbres. Todas las sociedades creen que la perpetuación de sus modelos se producirá en forma natural. Los siglos pasados siempre creyeron que el futuro se conformaría de acuerdo con sus creencias e instituciones. La educación debe hacer suyo el principio de incertidumbre, tan válido para la evolución social como la formulación del mismo por Heisenberg para la Física.
Pero la incertidumbre no versa solo sobre el futuro. Existe también la incertidumbre sobre la validez del conocimiento. Y existe, sobre todo, la incertidumbre derivada de nuestras propias decisiones. Una vez que tomamos una decisión, empieza a funcionar el concepto ecología de la acción, es decir, se desencadena una serie de acciones y reacciones que afectan al sistema global y que no podemos predecir. Nos hemos educado aceptablemente bien en un sistema de certezas, pero nuestra educación para la incertidumbre es deficiente.
6. Enseñar la comprensión. La comprensión se ha tornado una necesidad crucial para los humanos. Por eso la educación tiene que abordarla de manera directa y en los dos sentidos: a) la comprensión interpersonal e intergrupal y b) la comprensión a escala planetaria. Morin constató que comunicación no implica comprensión. Esta última siempre está amenazada por la incomprensión de los códigos éticos de los demás, de sus ritos y costumbres, de sus opciones políticas. A veces confrontamos cosmovisiones incompatibles. Los grandes enemigos de la comprensión son el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo. Enseñar la comprensión significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus cualidades que son múltiples y complejas. Por ejemplo, impide la comprensión marcar a determinados grupos solo con una etiqueta: sucios, ladrones, intolerables. Positivamente, Morin ve las posibilidades de mejorar la comprensión mediante: a). la apertura empática hacia los demás y b) la tolerancia hacia las ideas y formas diferentes, mientras no atenten a la dignidad humana.
7. La ética del género humano. En el bucle individuo-sociedad surge el deber ético de enseñar la democracia. Ésta implica consensos y aceptación de reglas democráticas. Pero también necesita diversidades y antagonismos. El contenido ético de la democracia afecta a todos esos niveles. El respecto a la diversidad significa que la democracia no se identifica con la dictadura de la mayoría.
En el bucle individuo-especie Morin fundamenta la necesidad de enseñar la ciudadanía terrestre. La humanidad dejó de ser abstracta y lejana para convertirse en algo concreto y cercano con interacciones y compromisos a escala terrestre.
Fuente: Universia.
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