"En cuestiones de cultura y saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da". Antonio Machado
LA DOCTRINA DEL SHOCK_EL AUGE DEL CAPITALISMO DEL DESASTRE
El nuevo libro de Naomi Klein.
La canadiense Naomi Klein ha editado su flamante libro, La doctrina del shock (el auge del capitalismo de desastre), que todavía no existe en castellano. The shock doctrine (su título original) surge de la relación entre las políticas de shock neoliberal de las últimas décadas, comparadas con los verdaderos shocks eléctricos aplicados a prisioneros y enfermos como modo de doblegarlos, domesticarlos, e imprimir sobre ellos una nueva personalidad. Con las sociedades está ocurriendo lo mismo, dice Klein, quien sostiene que el principal recurso contra este modo de dominación es la información. Aquí, el impresionante video que acompaña la salida del libro.
“Este libro es un desafío a la afirmación central y más valorada en la historia oficial – que el triunfo del capitalismo desregulado nació de la libertad, y que los mercados libres irrestrictos van mano en mano con la democracia. En su lugar, mostraré que esta forma fundamentalista de capitalismo ha sido consistentemente traída a la vida por las formas más brutales de coerción, infligidas al cuerpo político colectivo así como a innumerables cuerpos individuales.”
Así comienza la canadiense Naomi Klein su nuevo libro, The shock doctrine (La doctrina del shock). Klein es la autora de No logo, Vallas y ventanas (y más recientemente, del prólogo de la edición norteamericana de Sin Patrón, de lavaca).
Esta nueva obra plantea una recorrida por su hipótesis de que las sociedades modernas son sometidas a verdaderos electroshocks (y cabe agregar que el sistema de torturas aplicado en la Argentina por el régimen militar es tal vez la expresión más cabal al respecto) que permiten ablandarlas y someterlas a la aplicación de políticas neoliberales sin anestesia, tal cual lo pregonó el economista Milton Friedman y tal como lo aplicaron desde dictaduras latinoamericanas hasta gobiernos como el de Margaret Thatche en Inglaterra, o los de los Estados Unidos en general. La idea es que una matanza, un desastre natural, o cualquier hecho conmocionante abre paso a la posibilidad que Friedman pone como condición para que se aplique la política del shock a una sociedad domesticada por el miedo o el terror.
Así, pueden formar parte de esta doctrina tanto los golpes de Estado latinoamericanos, como la guerra de Malvinas, la matanza Tiananmen en China, los atentados a las Torres Gemelas o los desastres naturales que cada vez parecen más cotidianos: herramienta de shock para justificar luego políticas económicas de privatización, depredación, concentración de la economía en pocas manos, desempleo, empobrecimiento y hambre a costa del sometimiento de sociedades enteras.
Naomi Klein empieza por investigar los experimentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), con la tortura por electroshock como forma de “desesquematización” de los detenidos o internados. Luego comienza la descripción sobre cómo esos tormentos, ese shock eléctrico, es comparable a las políticas de un capitalismo que de otro modo no podría generar la dosis suficiente de atontamiento, miedo y parálisis que le permite doblegar a grandes sectores de las sociedades modernas.
Pero el mensaje del libro, y del documental que presentamos aquí, no queda sólo en la denuncia y la indignación. Naomi plantea que el arma de resistencia frente a este modelo de cosas es la información. Saber lo que ocurre y cómo, para poder generar pensamiento y acción que abran espacio a la vida.
Aquí publicamos además la entrevista que en Democracy Now le hiciera a Naomi Klein la periodista Amy Goodman, un modo de ir adentrándose en el contenido de La doctrina del shock.
Leer entrevista:
http://lavaca.org/seccion/actualidad/1/1619.shtml
Mayo del 68 visto con ojos de hoy
ANÁLISIS: LA CUARTA PÁGINA
Lo utópico es pensar que el actual sistema capitalista puede reproducirse de forma indefinida. La catástrofe se avecina. De ahí la actualidad de la consigna de Mayo del 68: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".
Uno de los graffiti que aparecieron en los muros de París en Mayo del 68 decía: "¡Las estructuras no andan por la calle!". Pero la respuesta de Jacques Lacan fue que eso era precisamente lo que había ocurrido en 1968: las estructuras salieron a la calle. Los sucesos más visibles y explosivos fueron la consecuencia de un desequilibrio estructural, el paso de una forma de dominación a otra, en términos de Lacan, del discurso del amo al discurso de la universidad.
Existen buenos motivos para mantener una opinión tan escéptica. Como dicen Luc Boltanski y Eve Chiapello en The New Spirit of Capitalism, a partir de 1970 apareció gradualmente una nueva forma de capitalismo, que abandonó la estructura jerárquica del proceso de producción al estilo de Ford y desarrolló una organización en red, basada en la iniciativa de los empleados y la autonomía en el lugar de trabajo. En vez de una cadena de mando centralizada y jerárquica, tenemos redes con una multitud de participantes que organizan el trabajo en equipos o proyectos, buscan la satisfacción del cliente y el bienestar público, se preocupan por la ecología, etcétera. Es decir, el capitalismo usurpó la retórica izquierdista de la autogestión de los trabajadores, hizo que dejara de ser un lema anticapitalista para convertirse en capitalista. El socialismo, empezó a decirse,no valía porque era conservador, jerárquico, administrativo, y la verdadera revolución era la del capitalismo digital.
De la liberación sexual de los sesenta ha sobrevivido el hedonismo tolerante cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica: hoy, no sólo se permite, sino que se ordena disfrutar del sexo, y las personas que no lo logran se sienten culpables. El impulso de buscar formas radicales de disfrute (mediante experimentos sexuales y drogas u otros métodos para provocar un trance) surgió en un momento político concreto: cuando "el espíritu del 68" estaba agotando su potencial político. En ese momento crítico (a mediados de los setenta), la única opción que quedó fue un empuje directo y brutal hacia lo real, que asumió tres formas fundamentales: la búsqueda de formas extremas de disfrute sexual, el giro hacia la realidad de una experiencia interior (misticismo oriental) y el terrorismo político de izquierdas (Fracción del Ejército Rojo en Alemania, Brigadas Rojas en Italia, etcétera). La apuesta del terrorismo político de izquierdas era que, en una época en la que las masas están inmersas en el sueño ideológico del capitalismo, la crítica normal de la ideología ya no sirve, así que lo único que puede despertarlas es el recurso a la cruda realidad de la violencia directa, l'action directe.
Recordemos el reto de Lacan a los estudiantes que se manifestaban: "Como revolucionarios, sois unos histéricos en busca de un nuevo amo. Y lo tendréis". Y lo tuvimos, disfrazado del amo "permisivo" posmoderno cuyo dominio es aún mayor porque es menos visible. Aunque no hay duda de que esa transición fue acompañada de muchos cambios positivos -baste con mencionar las nuevas libertades y el acceso a puestos de poder para las mujeres-, no hay más remedio que insistir en la pregunta crucial: ¿tal vez fue ese paso de un "espíritu del capitalismo" a otro lo único que realmente sucedió en el 68, y todo el ebrio entusiasmo de la libertad no fue más que un modo de sustituir una forma de dominación por otra?
Muchos elementos indican que las cosas no son tan sencillas. Si observamos nuestra situación desde la perspectiva del 68, debemos recordar su verdadero legado: el 68 fue, en esencia, un rechazo al sistema liberal-capitalista, un no a todo él. Es fácil reírse de la idea del fin de la historia de Fukuyama, pero la mayoría, hoy día, es fukuyamaísta: se acepta que el capitalismo liberal-democrático es la fórmula definitiva para la mejor sociedad posible y que lo único que se puede hacer es lograr que sea más justa y tolerante. La única pregunta que cuenta hoy es: ¿respaldamos esta naturalización del capitalismo, o el capitalismo globalizado actual contiene antagonismos lo suficientemente fuertes como para impedir su reproducción indefinida?
Dichos antagonismos son (por lo menos) cuatro: la amenaza inminente de la catástrofe ecológica; lo inadecuado de la propiedad privada para la llamada "propiedad intelectual"; las implicaciones socio-éticas de los nuevos avances tecnocientíficos (sobre todo en biogenética); y las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y guetos. El 11 de septiembre de 2001, cayeron las Torres Gemelas; 12 años antes, el 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín. El 9 de noviembre anunció los "felices noventa", el sueño del "fin de la historia" de Fukuyama, la convicción de que la democracia liberal había ganado, de que la búsqueda se había terminado, de que la llegada de una comunidad mundial estaba a la vuelta de la esquina, de que los obstáculos a ese final feliz digno de Hollywood eran meramente empíricos y contingentes (bolsas locales de resistencia cuyos líderes no habían comprendido aún que había pasado su hora). Por el contrario, el 11-S es el gran símbolo del fin de los felices noventa de Clinton, el símbolo de la era que se avecina, en la que aparecen nuevos muros en todas partes, entre Israel y Cisjordania, alrededor de la Unión Europea, en la frontera entre Estados Unidos y México.
Los tres primeros antagonismos antes citados afectan a los elementos que Michael Hardt y Toni Negri denominan "comunes", la sustancia común de nuestro ser social, cuya privatización es un acto violento al que hay que resistirse por todos los medios, incluso violentos, si es necesario. Son los elementos comunes de la naturaleza externa, amenazados por la contaminación y la explotación (el petróleo, los bosques, el hábitat natural); los elementos comunes de la naturaleza interna (la herencia biogenética de la humanidad), y los elementos comunes de la cultura, las formas inmediatamente socializadas de capital "cognitivo", sobre todo el lenguaje, nuestro medio de comunicación y educación, pero también las infraestructuras comunes del transporte público, la electricidad, el correo, etcétera.
Si se hubiera permitido el monopolio a Bill Gates, nos encontraríamos en la absurda situación de que un individuo concreto poseyera literalmente todo el tejido de software de nuestra red esencial de comunicación. Lo que estamos comprendiendo de manera gradual son las posibilidades destructivas, hasta la autoaniquilación de la propia humanidad, que se harán realidad si se da carta blanca a la lógica capitalista de encerrar esos elementos comunes. Nicholas Stern tiene razón al caracterizar la crisis climática como "el mayor fracaso de mercado de la historia humana". ¿Acaso la necesidad de establecer el espacio para una acción política mundial que sea capaz de neutralizar y canalizar los mecanismos de mercado no sustituye a una perspectiva propiamente comunista? Así, la referencia a los "elementos comunes" justifica la resurrección de la idea de comunismo: nos permite ver el "encerramiento" progresivo de esos elementos comunes como proceso de proletarización de quienes, con él, quedan excluidos de su propia sustancia.
Así, en contraste con la imagen clásica de los proletarios que no tienen "nada que perder más que sus cadenas", todos corremos el peligro de perderlo todo; la amenaza es que nos veamos reducidos a vacíos sujetos cartesianos abstractos, carentes de todo contenido sustancial, desposeídos de nuestra sustancia simbólica, con nuestra base genética manipulada, seres que vegetan en un entorno inhabitable. Esta triple amenaza a todo nuestro ser nos vuelve a todos, en cierto sentido, proletarios, y la única forma de no convertirse en ello es actuar de antemano para prevenirlo.
Lo que mejor condensa el auténtico legado del 68 es la fórmula Soyons realistes, demandons l'impossible! ("Seamos realistas, pidamos lo imposible"). La verdadera utopía es la creencia de que el sistema mundial actual puede reproducirse de forma indefinida; la única forma de ser verdaderamente realistas es prever lo que, en las coordenadas de este sistema, no tiene más remedio que parecer imposible.
Slavoj Zizek es filósofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Mayo/68/visto/ojos/hoy/elpepuopi/20080501elpepiopi_12/Tes
Lo utópico es pensar que el actual sistema capitalista puede reproducirse de forma indefinida. La catástrofe se avecina. De ahí la actualidad de la consigna de Mayo del 68: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".
Uno de los graffiti que aparecieron en los muros de París en Mayo del 68 decía: "¡Las estructuras no andan por la calle!". Pero la respuesta de Jacques Lacan fue que eso era precisamente lo que había ocurrido en 1968: las estructuras salieron a la calle. Los sucesos más visibles y explosivos fueron la consecuencia de un desequilibrio estructural, el paso de una forma de dominación a otra, en términos de Lacan, del discurso del amo al discurso de la universidad.
Existen buenos motivos para mantener una opinión tan escéptica. Como dicen Luc Boltanski y Eve Chiapello en The New Spirit of Capitalism, a partir de 1970 apareció gradualmente una nueva forma de capitalismo, que abandonó la estructura jerárquica del proceso de producción al estilo de Ford y desarrolló una organización en red, basada en la iniciativa de los empleados y la autonomía en el lugar de trabajo. En vez de una cadena de mando centralizada y jerárquica, tenemos redes con una multitud de participantes que organizan el trabajo en equipos o proyectos, buscan la satisfacción del cliente y el bienestar público, se preocupan por la ecología, etcétera. Es decir, el capitalismo usurpó la retórica izquierdista de la autogestión de los trabajadores, hizo que dejara de ser un lema anticapitalista para convertirse en capitalista. El socialismo, empezó a decirse,no valía porque era conservador, jerárquico, administrativo, y la verdadera revolución era la del capitalismo digital.
De la liberación sexual de los sesenta ha sobrevivido el hedonismo tolerante cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica: hoy, no sólo se permite, sino que se ordena disfrutar del sexo, y las personas que no lo logran se sienten culpables. El impulso de buscar formas radicales de disfrute (mediante experimentos sexuales y drogas u otros métodos para provocar un trance) surgió en un momento político concreto: cuando "el espíritu del 68" estaba agotando su potencial político. En ese momento crítico (a mediados de los setenta), la única opción que quedó fue un empuje directo y brutal hacia lo real, que asumió tres formas fundamentales: la búsqueda de formas extremas de disfrute sexual, el giro hacia la realidad de una experiencia interior (misticismo oriental) y el terrorismo político de izquierdas (Fracción del Ejército Rojo en Alemania, Brigadas Rojas en Italia, etcétera). La apuesta del terrorismo político de izquierdas era que, en una época en la que las masas están inmersas en el sueño ideológico del capitalismo, la crítica normal de la ideología ya no sirve, así que lo único que puede despertarlas es el recurso a la cruda realidad de la violencia directa, l'action directe.
Recordemos el reto de Lacan a los estudiantes que se manifestaban: "Como revolucionarios, sois unos histéricos en busca de un nuevo amo. Y lo tendréis". Y lo tuvimos, disfrazado del amo "permisivo" posmoderno cuyo dominio es aún mayor porque es menos visible. Aunque no hay duda de que esa transición fue acompañada de muchos cambios positivos -baste con mencionar las nuevas libertades y el acceso a puestos de poder para las mujeres-, no hay más remedio que insistir en la pregunta crucial: ¿tal vez fue ese paso de un "espíritu del capitalismo" a otro lo único que realmente sucedió en el 68, y todo el ebrio entusiasmo de la libertad no fue más que un modo de sustituir una forma de dominación por otra?
Muchos elementos indican que las cosas no son tan sencillas. Si observamos nuestra situación desde la perspectiva del 68, debemos recordar su verdadero legado: el 68 fue, en esencia, un rechazo al sistema liberal-capitalista, un no a todo él. Es fácil reírse de la idea del fin de la historia de Fukuyama, pero la mayoría, hoy día, es fukuyamaísta: se acepta que el capitalismo liberal-democrático es la fórmula definitiva para la mejor sociedad posible y que lo único que se puede hacer es lograr que sea más justa y tolerante. La única pregunta que cuenta hoy es: ¿respaldamos esta naturalización del capitalismo, o el capitalismo globalizado actual contiene antagonismos lo suficientemente fuertes como para impedir su reproducción indefinida?
Dichos antagonismos son (por lo menos) cuatro: la amenaza inminente de la catástrofe ecológica; lo inadecuado de la propiedad privada para la llamada "propiedad intelectual"; las implicaciones socio-éticas de los nuevos avances tecnocientíficos (sobre todo en biogenética); y las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y guetos. El 11 de septiembre de 2001, cayeron las Torres Gemelas; 12 años antes, el 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín. El 9 de noviembre anunció los "felices noventa", el sueño del "fin de la historia" de Fukuyama, la convicción de que la democracia liberal había ganado, de que la búsqueda se había terminado, de que la llegada de una comunidad mundial estaba a la vuelta de la esquina, de que los obstáculos a ese final feliz digno de Hollywood eran meramente empíricos y contingentes (bolsas locales de resistencia cuyos líderes no habían comprendido aún que había pasado su hora). Por el contrario, el 11-S es el gran símbolo del fin de los felices noventa de Clinton, el símbolo de la era que se avecina, en la que aparecen nuevos muros en todas partes, entre Israel y Cisjordania, alrededor de la Unión Europea, en la frontera entre Estados Unidos y México.
Los tres primeros antagonismos antes citados afectan a los elementos que Michael Hardt y Toni Negri denominan "comunes", la sustancia común de nuestro ser social, cuya privatización es un acto violento al que hay que resistirse por todos los medios, incluso violentos, si es necesario. Son los elementos comunes de la naturaleza externa, amenazados por la contaminación y la explotación (el petróleo, los bosques, el hábitat natural); los elementos comunes de la naturaleza interna (la herencia biogenética de la humanidad), y los elementos comunes de la cultura, las formas inmediatamente socializadas de capital "cognitivo", sobre todo el lenguaje, nuestro medio de comunicación y educación, pero también las infraestructuras comunes del transporte público, la electricidad, el correo, etcétera.
Si se hubiera permitido el monopolio a Bill Gates, nos encontraríamos en la absurda situación de que un individuo concreto poseyera literalmente todo el tejido de software de nuestra red esencial de comunicación. Lo que estamos comprendiendo de manera gradual son las posibilidades destructivas, hasta la autoaniquilación de la propia humanidad, que se harán realidad si se da carta blanca a la lógica capitalista de encerrar esos elementos comunes. Nicholas Stern tiene razón al caracterizar la crisis climática como "el mayor fracaso de mercado de la historia humana". ¿Acaso la necesidad de establecer el espacio para una acción política mundial que sea capaz de neutralizar y canalizar los mecanismos de mercado no sustituye a una perspectiva propiamente comunista? Así, la referencia a los "elementos comunes" justifica la resurrección de la idea de comunismo: nos permite ver el "encerramiento" progresivo de esos elementos comunes como proceso de proletarización de quienes, con él, quedan excluidos de su propia sustancia.
Así, en contraste con la imagen clásica de los proletarios que no tienen "nada que perder más que sus cadenas", todos corremos el peligro de perderlo todo; la amenaza es que nos veamos reducidos a vacíos sujetos cartesianos abstractos, carentes de todo contenido sustancial, desposeídos de nuestra sustancia simbólica, con nuestra base genética manipulada, seres que vegetan en un entorno inhabitable. Esta triple amenaza a todo nuestro ser nos vuelve a todos, en cierto sentido, proletarios, y la única forma de no convertirse en ello es actuar de antemano para prevenirlo.
Lo que mejor condensa el auténtico legado del 68 es la fórmula Soyons realistes, demandons l'impossible! ("Seamos realistas, pidamos lo imposible"). La verdadera utopía es la creencia de que el sistema mundial actual puede reproducirse de forma indefinida; la única forma de ser verdaderamente realistas es prever lo que, en las coordenadas de este sistema, no tiene más remedio que parecer imposible.
Slavoj Zizek es filósofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Mayo/68/visto/ojos/hoy/elpepuopi/20080501elpepiopi_12/Tes
Monstruos familiares
Por José Ramón Ubieto
El tabú del incesto es el principio regulador de los lazos familiares. Alrededor de esa prohibición se organizan los deseos y los vínculos, lo que está prohibido, pero también lo que resulta permitido para cada uno. Tiene pues una función constituyente y estructurante de la dinámica familiar. Ni siquiera es necesario que la ley recoja esa prohibición para que funcione en la inmensa mayoría de los casos.
A veces no es así y entonces lo familiar deviene siniestro, se revela como algo monstruoso, ajeno por completo al ideal de armonía del núcleo familiar. La clínica nos muestra ejemplos de madres que toman a su hijo como un objeto del cual no pueden desprenderse y lo llevan consigo a todas partes, lecho conyugal incluido. O padres que hacen de sus hijas un objeto para la satisfacción sexual desde edades tempranas. Las causas de estas conductas son variadas y no siempre implican una patología mental grave, de carácter delirante, en el adulto. A veces se trata de sujetos que no están dispuestos a renunciar al objeto prohibido y franquean ese umbral pasando al acto. Se autorizan a ellos mismos a darse esa satisfacción.
El caso de Josef Fritzl nos confronta, de manera más radical que otros, con ese más allá del principio del placer al que se refería Sigmund Freud, ciudadano austriaco también, y cuya obra surge en una Viena cruce de todas las formas posibles de familia.
El horror que produce este caso, por su crudeza y por las consecuencias que deja, se incrementa por la cantidad de interrogantes que suscita y que alcanzan a todos: esposa, hija, familia extensa, vecinos, policía local... ¿Cómo es que nadie supo nada de esa otra escena familiar que habitaba justo debajo de la familia respetable de los Fritzl? Escena, por otra parte, que redoblaba la original, donde vivía la hija-madre también con tres hijos-nietos y un televisor como pantalla central del domus.
Toda familia se organiza en torno a un secreto y cuando se trata del incesto, el drama es que confesarse ese horror arruina por completo toda versión natural e ideal de la familia y revela que lo monstruoso habita el propio interior.
Lo monstruoso es el nombre que damos a un lazo entre dos sujetos en el que uno deviene objeto de la voluntad de satisfacción del otro, sin que el amor o el deseo puedan funcionar como límite a ese real.
Cuando ningún velo puede seguir ocultándolo y eso sale a la luz, cada uno, como ya le ocurrió a Natascha Kampusch, que ya ha ofrecido su ayuda, debe interrogarse acerca de su posición, de lo que hizo y de lo que consintió, a veces mirando para otro lado.
Artículo aparecido en LA VANGUARDIA el jueves 1 de mayo de 2008.
El tabú del incesto es el principio regulador de los lazos familiares. Alrededor de esa prohibición se organizan los deseos y los vínculos, lo que está prohibido, pero también lo que resulta permitido para cada uno. Tiene pues una función constituyente y estructurante de la dinámica familiar. Ni siquiera es necesario que la ley recoja esa prohibición para que funcione en la inmensa mayoría de los casos.
A veces no es así y entonces lo familiar deviene siniestro, se revela como algo monstruoso, ajeno por completo al ideal de armonía del núcleo familiar. La clínica nos muestra ejemplos de madres que toman a su hijo como un objeto del cual no pueden desprenderse y lo llevan consigo a todas partes, lecho conyugal incluido. O padres que hacen de sus hijas un objeto para la satisfacción sexual desde edades tempranas. Las causas de estas conductas son variadas y no siempre implican una patología mental grave, de carácter delirante, en el adulto. A veces se trata de sujetos que no están dispuestos a renunciar al objeto prohibido y franquean ese umbral pasando al acto. Se autorizan a ellos mismos a darse esa satisfacción.
El caso de Josef Fritzl nos confronta, de manera más radical que otros, con ese más allá del principio del placer al que se refería Sigmund Freud, ciudadano austriaco también, y cuya obra surge en una Viena cruce de todas las formas posibles de familia.
El horror que produce este caso, por su crudeza y por las consecuencias que deja, se incrementa por la cantidad de interrogantes que suscita y que alcanzan a todos: esposa, hija, familia extensa, vecinos, policía local... ¿Cómo es que nadie supo nada de esa otra escena familiar que habitaba justo debajo de la familia respetable de los Fritzl? Escena, por otra parte, que redoblaba la original, donde vivía la hija-madre también con tres hijos-nietos y un televisor como pantalla central del domus.
Toda familia se organiza en torno a un secreto y cuando se trata del incesto, el drama es que confesarse ese horror arruina por completo toda versión natural e ideal de la familia y revela que lo monstruoso habita el propio interior.
Lo monstruoso es el nombre que damos a un lazo entre dos sujetos en el que uno deviene objeto de la voluntad de satisfacción del otro, sin que el amor o el deseo puedan funcionar como límite a ese real.
Cuando ningún velo puede seguir ocultándolo y eso sale a la luz, cada uno, como ya le ocurrió a Natascha Kampusch, que ya ha ofrecido su ayuda, debe interrogarse acerca de su posición, de lo que hizo y de lo que consintió, a veces mirando para otro lado.
Artículo aparecido en LA VANGUARDIA el jueves 1 de mayo de 2008.
La iniciación sexual
Hable con ellos.
Los pediatras aconsejan un diálogo franco sobre sexualidad con los hijos desde que son pequeños.
"Oh, Dios mío, ni siquiera sabía que fueras sexualmente activa", exclama la madrastra de Juno al saber que está embarazada. La enrollada protagonista del guión recientemente oscarizado lamenta los tecnicismos que usan los adultos al hablarle de sexo. Tiene 16 años pero parece estar de vuelta - "llevo los signos de tu virginidad encima", le dice a su partenaire- y encaja en clave de comedia un embarazo no deseado. Ideologías a parte (Juno es un canto provida cool), la película pone sobre la mesa la incomodidad que suscita en los adultos la sexualidad adolescente.
Ahí los pediatras lo tienen claro: la educación para una sexualidad placentera y sin riesgos empieza no en la pubertad, sino nada más nacer. ¿Su consejo? Deje de sentirse violento e incorpore la sexualidad a los temas que trata. Charle franca y abiertamente con sus hijas e hijos desde que son pequeños, a un nivel, claro está, que puedan entender. Y aproveche las ocasiones: un cuento, un cómic... Sólo frente al televisor habrá cantidad de escenas que le permitan abordar, por ejemplo, el sexo seguro.
Un estudio de diversas universidades norteamericanas publicado por Pedriatics,invalida la clásica fórmula de "hijo, vamos a tener tú y yo una gran charla" y evalúa los beneficios que la repetición tiene para los adolescentes. "Esta comunicación repetida sobre sexo puede proporcionar a los padres la oportunidad de reforzar lo que han enseñado a sus hijos, y a los niños la oportunidad de preguntar y aclarar dudas mientras tratan de poner en práctica las enseñanzas de sus padres", concluye la Academia Americana de Pediatría.
Según Steven Martino, de la Universidad de Pittsburgh, uno de los autores de la investigación realizada con 312 adolescentes de 10 a 15 años, quienes han tenido una comunicación más repetida con sus padres sobre sexo se sienten más cercanos a ellos y más cómodos a la hora de hablarles. "Perciben que sus discusiones sobre sexo discurren con más facilidad y franqueza que los chavales cuya comunicación en este terreno es menos repetida", argumenta a La Vanguardia.
El estudio destaca que los adolescentes con los que los padres se comunican más en esos temas retrasan la edad de inicio de las relaciones y que, en caso de mantenerlas, usan anticonceptivos y tienen menos parejas. Pero, ¿sobre qué hay que hablar? Un abanico de calidad incluiría temas como las consecuencias de embarazos; cómo decir no si alguien quiere mantener relaciones y tú no; cómo funciona el condón para evitar contagios; cómo escoger un método anticonceptivo; qué se siente al tener relaciones...
Parece que el potencial de los progenitores para reducir riesgos y promover un desarrollo saludable de la sexualidad es incalculable, pero pocos se sienten cómodos abordando el tema. Tienden a limitar la conversación a asuntos como los cambios físicos de la pubertad, la reproducción y consecuencias como el sida. Por el contrario, esquivan asuntos más privados como la masturbación, el orgasmo - imagínese a sí mismo explicándoles qué genera las condiciones de su excitación- o, en fin, el cuándo y cómo utilizar el condón. Todo ello con una actitud impersonal.
"Es un tema que les cuesta y están encantados con que un profesional lo haga por ellos: la escuela, el médico, el psicólogo. Una madre vino un día y me dijo: ´Mi hijo de 16 años fuma porros y tiene relaciones sexuales; le tiene que decir que no lo haga´. ´Ah, ¿le digo que el sexo es un rollo´?", explica el pediatra Joan-Carles Surís, director de una unidad de salud de adolescentes en el hospital universitario Vaudois, en Lausana. "Lo que propuse fue una estrategia conjunta. Si no intentamos implicar a la familia, las posibilidades de éxito son bajas".
Surís lamenta que en las charlas de las escuelas para padres sólo acudan los convencidos y que todavía haya quien piense que es mejor no hablarles para no darles ideas. "Nuestros padres tenían muy poca información; nosotros hemos tenido más y los niños hoy la tienen toda, buena o mala, a golpe de clic. Es un cambio importante y lo mínimo que podemos hacer es enseñarles a filtrarla. Y habrá que darles un mensaje verídico y coherente, pues lo pueden comprobar", advierte el pediatra, para quien la asignatura pendiente es la sexualidad psicoafectiva: "Les bombardeamos con la prevención pero hablamos poco de sentimientos", añade.
No obstante, no todos los profesionales de la salud ven una solución en que padres e hijos hablen de sexo sin reparos. Consideran el pudor una muestra de salud, aunque choque con una época exhibicionista, en la que lo obvio es que ese asunto debe ventilarse. Su apuesta radicaría, así, no tanto en informar como en estar a disposición para el diálogo de la iniciación - aunque sea tartamudeando-, y en dar un apoyo preventivo a la experiencia siempre incalculada del sexo.
"La incomodidad de hablar con el hijo tiene que ver con lo incómodo que se siente uno hablando consigo mismo. Los padres deben saber que no tienen que mostrar perfección ni una solución exitosa. Nadie espera que usted lo haya resuelto, no se preocupe, pues, como dijo Lacan, la relación sexual no existe, no hay un manual de uso, ni existe la buena manera, sino soluciones que cada uno construye", dice José Ramón Ubieto, coordinador del proyecto de salud y educación infantil Interxarxes. "Se hizo evidente al caer los tabúes morales y religiosos. Eran un velo que no tapaba nada. Hoy, la principal dificultad está relacionada con la falta de saber, con la dificultad que hay en la transmisión generacional de qué hacer con eso".
Ubieto advierte de que lo último que quieren los hijos es que empieces a hurgar en algo que saca a flote su propia debilidad. "Además sospechan que tú no tienes la solución. Si ellos no hacen la consulta, tomar la iniciativa puede crear más problemas que beneficios. Los padres no pueden ahorrarles ese sentimiento de angustia y soledad. Nadie puede".
Publicado en http://www.lavanguardia.es/
Los pediatras aconsejan un diálogo franco sobre sexualidad con los hijos desde que son pequeños.
"Oh, Dios mío, ni siquiera sabía que fueras sexualmente activa", exclama la madrastra de Juno al saber que está embarazada. La enrollada protagonista del guión recientemente oscarizado lamenta los tecnicismos que usan los adultos al hablarle de sexo. Tiene 16 años pero parece estar de vuelta - "llevo los signos de tu virginidad encima", le dice a su partenaire- y encaja en clave de comedia un embarazo no deseado. Ideologías a parte (Juno es un canto provida cool), la película pone sobre la mesa la incomodidad que suscita en los adultos la sexualidad adolescente.
Ahí los pediatras lo tienen claro: la educación para una sexualidad placentera y sin riesgos empieza no en la pubertad, sino nada más nacer. ¿Su consejo? Deje de sentirse violento e incorpore la sexualidad a los temas que trata. Charle franca y abiertamente con sus hijas e hijos desde que son pequeños, a un nivel, claro está, que puedan entender. Y aproveche las ocasiones: un cuento, un cómic... Sólo frente al televisor habrá cantidad de escenas que le permitan abordar, por ejemplo, el sexo seguro.
Un estudio de diversas universidades norteamericanas publicado por Pedriatics,invalida la clásica fórmula de "hijo, vamos a tener tú y yo una gran charla" y evalúa los beneficios que la repetición tiene para los adolescentes. "Esta comunicación repetida sobre sexo puede proporcionar a los padres la oportunidad de reforzar lo que han enseñado a sus hijos, y a los niños la oportunidad de preguntar y aclarar dudas mientras tratan de poner en práctica las enseñanzas de sus padres", concluye la Academia Americana de Pediatría.
Según Steven Martino, de la Universidad de Pittsburgh, uno de los autores de la investigación realizada con 312 adolescentes de 10 a 15 años, quienes han tenido una comunicación más repetida con sus padres sobre sexo se sienten más cercanos a ellos y más cómodos a la hora de hablarles. "Perciben que sus discusiones sobre sexo discurren con más facilidad y franqueza que los chavales cuya comunicación en este terreno es menos repetida", argumenta a La Vanguardia.
El estudio destaca que los adolescentes con los que los padres se comunican más en esos temas retrasan la edad de inicio de las relaciones y que, en caso de mantenerlas, usan anticonceptivos y tienen menos parejas. Pero, ¿sobre qué hay que hablar? Un abanico de calidad incluiría temas como las consecuencias de embarazos; cómo decir no si alguien quiere mantener relaciones y tú no; cómo funciona el condón para evitar contagios; cómo escoger un método anticonceptivo; qué se siente al tener relaciones...
Parece que el potencial de los progenitores para reducir riesgos y promover un desarrollo saludable de la sexualidad es incalculable, pero pocos se sienten cómodos abordando el tema. Tienden a limitar la conversación a asuntos como los cambios físicos de la pubertad, la reproducción y consecuencias como el sida. Por el contrario, esquivan asuntos más privados como la masturbación, el orgasmo - imagínese a sí mismo explicándoles qué genera las condiciones de su excitación- o, en fin, el cuándo y cómo utilizar el condón. Todo ello con una actitud impersonal.
"Es un tema que les cuesta y están encantados con que un profesional lo haga por ellos: la escuela, el médico, el psicólogo. Una madre vino un día y me dijo: ´Mi hijo de 16 años fuma porros y tiene relaciones sexuales; le tiene que decir que no lo haga´. ´Ah, ¿le digo que el sexo es un rollo´?", explica el pediatra Joan-Carles Surís, director de una unidad de salud de adolescentes en el hospital universitario Vaudois, en Lausana. "Lo que propuse fue una estrategia conjunta. Si no intentamos implicar a la familia, las posibilidades de éxito son bajas".
Surís lamenta que en las charlas de las escuelas para padres sólo acudan los convencidos y que todavía haya quien piense que es mejor no hablarles para no darles ideas. "Nuestros padres tenían muy poca información; nosotros hemos tenido más y los niños hoy la tienen toda, buena o mala, a golpe de clic. Es un cambio importante y lo mínimo que podemos hacer es enseñarles a filtrarla. Y habrá que darles un mensaje verídico y coherente, pues lo pueden comprobar", advierte el pediatra, para quien la asignatura pendiente es la sexualidad psicoafectiva: "Les bombardeamos con la prevención pero hablamos poco de sentimientos", añade.
No obstante, no todos los profesionales de la salud ven una solución en que padres e hijos hablen de sexo sin reparos. Consideran el pudor una muestra de salud, aunque choque con una época exhibicionista, en la que lo obvio es que ese asunto debe ventilarse. Su apuesta radicaría, así, no tanto en informar como en estar a disposición para el diálogo de la iniciación - aunque sea tartamudeando-, y en dar un apoyo preventivo a la experiencia siempre incalculada del sexo.
"La incomodidad de hablar con el hijo tiene que ver con lo incómodo que se siente uno hablando consigo mismo. Los padres deben saber que no tienen que mostrar perfección ni una solución exitosa. Nadie espera que usted lo haya resuelto, no se preocupe, pues, como dijo Lacan, la relación sexual no existe, no hay un manual de uso, ni existe la buena manera, sino soluciones que cada uno construye", dice José Ramón Ubieto, coordinador del proyecto de salud y educación infantil Interxarxes. "Se hizo evidente al caer los tabúes morales y religiosos. Eran un velo que no tapaba nada. Hoy, la principal dificultad está relacionada con la falta de saber, con la dificultad que hay en la transmisión generacional de qué hacer con eso".
Ubieto advierte de que lo último que quieren los hijos es que empieces a hurgar en algo que saca a flote su propia debilidad. "Además sospechan que tú no tienes la solución. Si ellos no hacen la consulta, tomar la iniciativa puede crear más problemas que beneficios. Los padres no pueden ahorrarles ese sentimiento de angustia y soledad. Nadie puede".
Publicado en http://www.lavanguardia.es/
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