Por: Sergio Zabalza, Psicoanalista, EQUIPO DE TRASTORNOS GRAVES INFANTOJUVENILES, HOSPITAL ALVAREZ
Mucho se insiste con que hoy el amor ha perdido su sitial de privilegio entre los sentimientos humanos. Hay quienes afirman que las relaciones han sido reemplazadas por meras conexiones carentes de compromiso.
Quizás nos llevemos una sorpresa si atendemos al comportamiento de los recién llegados a la experiencia amorosa. En efecto, todavía hay muchos adolescentes entre los cuales el amor goza de una notable vitalidad, con toda la pasión y el peligro que tal disposición supone. Porque, si bien es cierto que a veces desde la clínica se interviene para despertar la chispa de un gesto amoroso, también es verdad que, en otros casos, destinamos no pocos esfuerzos a disipar la exigencia de una entrega absoluta e inmediata.
Por eso mismo vale el punto para los más renuentes o retraídos: ¿por qué tanta inhibición si supuestamente el objeto de amor ha perdido su brillo y atracción? Probablemente, no se trate de que el amor haya sido desalojado de los corazones, sino de que, cada vez, se tornan más insoportables las frustraciones que todo enamoramiento conlleva. Lo cierto es que para construir una relación más allá de los fuegos artificiales, la tribuna y las satisfacciones inmediatas, la decepción es la llave que habilita a encontrar un compañero de ruta en vez de un mero reflejo dispuesto a completarme.
Hoy, sin embargo, pareciera que el amor constituye una amenaza. Muchas personas están más ocupadas en defenderse que en acariciar la posibilidad de un encuentro sincero. Sobre todo cuando advertimos que contamos a nuestra disposición tantos más recursos para atrincherarnos que antaño: entretenimientos - con delivery incluido- o imágenes sin costo alguno y a mano en la web.
Por algo vivimos un tiempo donde la depresión y la melancolía gozan el triste privilegio de ocupar el primer lugar en el ranking de los padecimientos del alma. Con su lenguaje, los chicos nos enseñan otra vez: "hoy me comí una piba" suelen decir con fingida autosuficiencia. Cuidado, el hambre es signo de vitalidad, pero también es sabido cuánto enferma la comida chatarra.
http://www.clarin.com/diario/2010/05/12/opinion/o-02194333.htm